Hoy quiero hablaros de la solidaridad, ese sentimiento que por suerte todavía está presente en nuestras vidas cuando es necesario.
En casos concretos como el descarrilamiento del tren que se dirigía a Santiago de Compostela en Galicia entre otros muchos sucesos.
Y como no nombrar hoy que hace veinte años del atentado yihadista en Madrid.
El amanecer de un día cualquiera, los transeúntes inmersos en sus lecturas o su música, algunos sumidos en el sueño ligero que acompaña el traqueteo del tren que al trabajo te acerca.
Podría decirse que la monotonía era la reina del ambiente hasta que la muerte hizo presencia. La guadaña en manos de un muchacho de apenas dieciséis años que sembró el miedo y la desidia en la ciudad de Madrid.
Un policía que también es entrenador de fútbol, el primero en llegar, pesadilla que le acompaña desde entonces en el discurrir diario.
Rienda suelta a las emociones y sentimientos en un libro escrito que parece le ha servido de terapia.
7:36 de la mañana cuando se escuchan las explosiones, cuatro trenes de cercanías quedan destrozados, 192 muertos y 2057 heridos fue el resultado.
Vecinos aún en pijama bajaban a ayudar, las mantas desde las ventanas eran arrojadas, taxis y autobuses fueron el medio de transporte de los heridos al hospital.
Algunos solo pudieron ayudar a bien-morir.
El 12 de marzo, al día siguiente, tuvo lugar la manifestación en la que once millones de personas salieron a la calle en contra del terrorismo.
Y en estos días la tristeza ocupa el rostro de algunos porque se asoma un negro pensamiento: ¿De que sirvió aquello si ahora nos cuentan que se aprueba la amnistía contra acusados de terrorismo, da igual quienes sean?.
@María José Luque Fernández.
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