Qué difícil es llorar en el inmenso mundo del silencio, donde tus lágrimas mudas se pierden en el universo eterno de la nada, esa nada tan hermosa a veces y tan cruel en otras.
Qué difícil es llorar en el silencio, cuando tu llanto desgarrador te destroza por dentro y tus gritos de agonía se hacen sordos ante los abismos de aquellos que no quieren escucharte y te responden con… silencio.
Qué difícil se hace dar una falsa sonrisa a la cruda realidad que te rodea cuando las llagas del corazón escuecen a cada paso que das y tu alma, envuelta en la sensibilidad y el dolor de un sueño roto, se estremece con el hacer de las palabras que tanto dicen cuando se saben pronunciar pero que tanto duelen cuando se dicen sin más.
Qué difícil es navegar en un mar de multitudes mientras notas como tu barco se hunde en los confines de la soledad e intentas aferrarte a espejismos que parecen tan reales… pero cuando alargas la mano para agarrar esa cuerda llena de nudos de amistad y sentimientos, te das cuenta de la fragilidad de las cosas, y tus cicatrices se enrojecen al contacto con la incomprensión.
Intentas vendar tus heridas con la medicina del día a día, pero el dolor del alma, es como el agua cuando se desborda, nada ni nadie puede contenerla y sólo el paso del tiempo, puede volver a llevar a su cauce el río de las emociones.
Ahora comprendo que las lágrimas cuando caen, no lo hacen por la ley de la gravedad, sino, por todo lo que llevan dentro y me sorprendo cuando pienso cómo en una sola gota puede caber toda una vida, todo un amor… por eso es tan difícil llorar en el silencio.
Qué difícil es seguir hacia delante cuando tu espalda se dobla por el peso de los recuerdos y quieres andar para buscar los trozos de un corazón que saltó en mil pedazos un día cualquiera.
Es fácil ver la vida desde la barrera de la crítica, sobran las preguntas, sobra el entendimiento, es muy relajante un paseo por la alfombra de la ignorancia y además ayuda a lavar la conciencia.
Qué cínicos somos, intentamos resguardarnos de nuestros demonios en el dolor de los demás. La hipocresía es un defecto más, pero la cuerda floja se balancea cada vez más y debajo sólo hay un abismo donde mi última lagrima aún no ha llegado al fondo.
¡Qué difícil es llorar en el silencio!