Por Alberto Galeano
El caso de Lujain al Hazlul, una destacada luchadora feminista que será juzgada por un tribunal antiterrorista en Arabia Saudita, refleja las carencias que aún existen sobre la vigencia de los derechos humanos en la monarquía petrolera.
Desde marzo de 2019, al Hazlul era juzgada en el Tribunal Penal Especializado de Riad, cuyas sesiones estaban cerradas a diplomáticos y periodistas, señalaron a la prensa familiares y activistas.
Pero, esta semana, la justicia saudita decidió que el caso pasara a un tribunal penal especializado, encargado en casos de terrorismo, dijo vía Twitter Lina al Hazlul, hermana de Lujain.
Al Hazlul, de 31 años, fue una de las caras más conocidas de la campaña para lograr que las mujeres tuvieran derecho a conducir en Arabia Saudita.
Al Hazlul, de 31 años, fue una de las caras más conocidas de la campaña para lograr que las mujeres tuvieran derecho a conducir en Arabia Saudita
Sin embargo, esta medida que se mantuvo efectiva durante décadas en el reino, bajo normas patriarcales de género, fue dejada sin efecto por el rey Salman Bin Abdelaziz el 24 de junio de 2018.
Semanas antes, Al Hazlul fue detenida junto a otras diez activistas, acusada de «querer desestabilizar al país», tras asistir en febrero de ese mismo año a un encuentro en Ginebra con miembros del Comité para la Eliminación de todas las formas de Discriminación de la Mujer en Naciones Unidas (CEDAW).
Este organismo multinacional pidió a Riad que libere a la dirigente saudita de su prisión preventiva y que, además, garantice su derecho a un «juicio justo».
En 2014, Al Hazlul pasó 73 días encarcelada luego de intentar conducir un automóvil desde Emiratos Árabes Unidos (EAU) hasta Arabia Saudita
En 2014, Al Hazlul pasó 73 días encarcelada luego de intentar conducir un automóvil desde Emiratos Árabes Unidos (EAU) hasta Arabia Saudita.
Hoy, la activista continúa en prisión, donde fue objeto de aislamiento, tortura, acoso sexual y otros malos tratos, según informes de su familia.
«En los estados árabes, la desigualdad y la violencia hacia las mujeres se agrava aún más porque están ´justificadas´ por la moral islámica; por eso se habla de un patriarcado islámico, que moldea culturalmente a las feminidades para que la opresión perdure a través del tiempo», dijo a Télam Dulce Daniela Chaves.
La analista, que es coordinadora del Centro de Estudios en Género(s) del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI), dependiente de la Universidad de La Plata, explicó que al Hazlul es un «símbolo del feminismo en el contexto de una monarquía autoritaria y misógina».
«El objetivo de la vulneración de esta mujer, es claro: se intenta, a través de la tortura psicológica y física hacia la activista, disciplinar y enviar un mensaje a todas aquellas que pretendan desafiar el ´statu quo´, pues desde esta visión androcentrista, la mujer que alza la voz para exigir por el pleno desarrollo de sus trayectorias vitales, en un plano de igualdad ante la ley, es considerada una terrorista», afirmó Chaves.
Al Hazlul inició una huelga de hambre el 26 de octubre para denunciar «malos tratos» y reclamar que las autoridades le devuelvan el permiso para mantener conversaciones con su familia.
En Arabia Saudita, el rey es la cabeza del Estado. Y las mujeres necesitan un consentimiento de un «guardián» o «tutor» masculino para poder estudiar, viajar, trabajar, casarse u obtener algún documento oficial.
Una madre, divorciada o viuda, está sujeta a la tutela de su propio hijo adolescente, según informes de la cadena qatarí de noticias Al Jazeera.
Algunos analistas sostienen que el príncipe heredero Mohamed bin Salman contribuyó para que la monarquía petrolera dejara sin efecto la prohibición que impedía conducir a las mujeres, mediante su plan «Visión 2030».
Salman es, de hecho, gobernante de facto del mayor país exportador mundial de petróleo y un aliado clave de Estados Unidos en la región del Golfo Pérsico.
Sin embargo, Riad se negó recientemente a restablecer relaciones diplomáticas con Israel hasta tanto no se proclame un Estado palestino, como hicieron EAU, Bahréin y Sudán.
«En los últimos años, Riad se aprovechó de la ‘debilidad moral’ de (el presidente Donald) Trump y se sintió animado a realizar acciones que, de otra manera, habrían sido mucho más fuertemente condenadas», dijo Andrea Oeslner, directora de las licenciaturas de Relaciones Internacionales y Ciencia Política y Gobierno de la Universidad de San Andrés.
La analista citó, entre otros hechos, «la intervención de Riad en la terrible guerra civil en Yemen, o en el ´descuartizamiento´ del periodista opositor Jamal Khashoggi», sucedido el 2 de octubre de 2018 dentro del consulado saudita en Estambul, Turquía», crimen por el que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) responsabilizó al príncipe Salman.
«Es muy probable que la relación cambie con (el presidente electo, el demócrata Joe) Biden, quien pondrá mucho más énfasis en cuestiones de derechos humanos y calidad institucional», opinó Oeslner.