Como es tendencia en las últimas elecciones, el premio Nobel de la Paz se ha otorgado teniendo en cuenta la figura de personas que dan su vida en los conflictos por la igualdad de derechos. Este año, para mí, merecido, se le otorga a la iraní Narges Mohammadi encarcelada por el régimen de Teherán en la cárcel de Evin. Su condena de 10 años ha sido ampliada tras la publicación de su libro “Tortura blanca” en la que cuenta las experiencias de 14 mujeres (incluida ella misma) que están encarceladas y donde sufren torturas y vejaciones. Hace poco ella misma desvelaba que no se le dio atención médica por su negativa a ponerse hiyab en el traslado al centro hospitalario.
El Premio Nobel de la Paz es el único que no se entrega en Suecia, se realiza en Oslo y, según la presidenta del Comité Noruego, Berit Reiss-Andersen; la periodista iraní se hizo acreedora premio “por su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán y su litigio para promover los derechos humanos y la libertad para todos”.
Hoy, a través de su esposo y sus dos hijos exiliados en Francia, asistentes a la ceremonia; han comunicado el inicio de una huelga de hambre de la activista. Cosa que, por supuesto, será seguida por la prensa internacional a la que estos premios han puesto en primer orden de visibilidad. Yo me declaro, por siempre de los siempres, en contra de las dictaduras teocráticas que son caldo de cultivo de los radicalismos que estamos viendo en la actualidad. Sigo sin entender que en pleno siglo XXI, con la globalización y todas estas cosas que nos abren la mente, todavía haya gente que piense que las personas tengan que tener unos derechos por encima de otras y menos serlo por sus creencias religiosas. Ante eso… tolerancia cero. Desde mi humilde blog, le mando mis más sinceras gracias al jurado de los Nobel.
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