Ya he hablado muchas veces de mi doble vida durante tantos años. Por un lado, trabajador de la sanidad pública y, por otro, ese artista que muchos conocen y ven por las redes sociales. Hoy voy a hablar por boca de mis dos “yoes”.
Ha sido un halago, y si me apuran hasta un premio, haber sido invitado a formar parte de los grupos de trabajo del Encuentro sobre Humanización de la Sanidad. En dos semanas haré 32 años trabajando de Celador en servicios de hospitalización y, como comprenderán, algo de experiencia tengo. Pero, que quisieran contar conmigo, creo que contaba más por la forma en la que realizo mi trabajo que por la edad. La humanización la he ejercido siempre y es una de las prioridades de mi motivación diaria en el trato con los enfermos. Empatizar con el estado emocional del paciente es imprescindible para dar un trato digno a las personas que ven peligrar su salud y su mente se llena de miedos. Esos miedos no podemos olvidarnos NUNCA de ellos.
Recuerdo, durante la pandemia, que Televisión Canaria me hizo un reportaje llamándome “héroe”. Quizás focalizaron en mí y en la forma en la que sufrimos los turnos de trabajo dando lo mejor de nosotros y más allá. Seguramente fui el icono de todos los trabajadores que hicimos lo que nos tocaba y más, mucho más. Yo me colgaré siempre la medalla de tirar de paciencia para enseñar a los ancianos de 80 años a usar un móvil y poder descolgar las videollamadas de sus familiares cuando se prohibieron las visitas hospitalarias. Fui la única manera de que contactaran con el abuelo y lo hice encantado. Esa es la actitud.
Ahora, después de asistir al Encuentro Autonómico sobre Humanización de la Atención Sanitaria me volvieron todos esos recuerdos. Se desarrollaron en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria bajo el lema “Poniendo en valor lo intangible”. Un día entretenido, aprendiendo y debatiendo sobre el futuro de la humanización y los nuevos retos de la Sanidad. Y, aunque después de más de tres décadas de trabajo poco más se puede aprender, siempre hay conceptos nuevos para poder incorporar a mi día a día. Aunque reconozco que el mayor impacto de esa jornada, más que el aprendizaje, fueron las preguntas que me llegué a hacer a mí mismo. Ahí es donde entra el otro Luis Alberto, el creador-comunicador. Ese que lleva toda la vida haciéndose preguntas y contando las respuestas en forma de cine, musicales y, ahora, relatos y opiniones.
Asistí a la interesante charla, sobre aspectos necesarios para empatizar, del histriónico psicólogo Jose Luis Bimbela (https://www.easp.es/web/bimbela/). Creo que todos sus dictados los llevo a cabo de forma natural e intuitiva. Nunca me había preocupado de ordenarlos en mi cabeza ni ponerles nombres a las cosas. Simplemente hago lo que hago porque lo creo justo y, porque delante de mi, tengo un paciente que no solo demanda que le salvemos la vida, si no que le ayudemos a no hundirse emocionalmente. Como entenderán, un Celador no salva vidas (¿o sí?). Pero a nivel emocional jugamos un factor esencial. A veces tienes que obligar a algunos a hacer cosas que no les apetece: comer, bañarse, salir de la cama, etc. Se puede hacer de dos maneras: la militar de “porque yo lo digo” o la de convencerles de que es lo mejor para ellos. Yo, soy de los segundos. Pero, a veces, no es fácil. Pues por ello empleo técnicas que he aprendido a base de experiencia. Desde el día que ingresan, lo primero es ganarte su confianza. Les gusta que les cuentes cosas de tu vida y que escuches la suya. Yo, que tengo mil anécdotas artísticas lo tengo más fácil. Las bromas les encantan, porque les haces ver que estás pendientes de ellos. Debatir con una señora de 80 años si me tengo que casar con mi novia fea pero rica o con la otra guapa pero que solo le gusta sacarse fotos. Esa es de mis preferidas. Yo, que no tengo novia desde hace 20 años.
Luego, hicimos grupos de trabajo para determinar, dada nuestra experiencia; en que se podría mejorar en el sector sanitario para poner al paciente como centro de los procesos. Muchas propuestas. Aquí quiero felicitar a mis compañeros por la implicación. Yo, aporté mi granito. Otro premio más en mi corazón. Por la tarde asistí a una interesantísima charla del vicepresidente de la Comisión Deontológica del Colegio Oficial de Médicos de Tenerife (entre otros títulos), Emilio J. Sanz Álvarez. En medio, una pequeña selección de compañeros trabajadores de la sanidad que expusieron sus proyectos en pro de una eficacia en la mejora al trato con los pacientes. 140 propuestas se habían recibido en la Dirección General del Paciente y Cronicidad que dirige Rita Tristancho.
Y, ahora, después de darme autobombo y poner en un altar merecidamente a muchos de mis compañeros, les muestro mis conclusiones y algún que otra pregunta. La primera es ¿porqué tenemos que hablar de humanizar la sanidad, cuando es el servicio más humano que hemos dado desde que somos una sociedad? ¿En que momento se ha deshumanizado para que haya que rehumanizarla? Yo, de verdad, que trabajo en una planta (neumología) que es un modelo de trato al paciente; a veces, veo actitudes que no me parecen correctas o, por lo menos, mejorables. Hacer sufrir a los pacientes no tiene justificación. Una de las cosas que más debatí por la noche conmigo mismo fue la pregunta “¿para qué?”. No me pregunté el “por qué” yo trabajo así, las charlas me hicieron pensar en el “para qué”. Y creo que la solución es porque creo que todos tenemos el deber ineludible de crear un mundo feliz. Está claro que no tenemos una varita mágica para conseguirlo, pero algo podemos hacer. Y el “para qué” me siento bien cuando consigo que un paciente esté feliz es la misma razón por la que hago cine, escribo espectáculos o publico una novela: quiero hacer feliz a la gente.
Si yo hago feliz a 5 personas cada día, y esas cinco hacen feliz a otras cinco y así sucesivamente; creo que podemos conseguir mejorar la calidad de vida. Y que casualidad, a lo mejor alguno de esos cinco, quiere hacerme feliz a mí. Así funciona esto, o debería funcionar.
Solo me queda dar las gracias y, por supuesto, las felicidades a la organización: a Vinita Mahtani Chugani (Coordinadora del Servicio de Humanización de la Dirección General del Paciente y Cronicidad); a Pino Sánchez, mi antigua jefa por pensar en que yo podía aportar algo; a Coralia Quintana (Fisioterapeuta y Escritora), por el emotivo relato que nos contó en el cierre y a todo el equipo que se lo trabajaron mucho. Me consta.