El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático estima que para el año 2050 las emisiones de CO2 deben reducirse en un 85% con respecto a los niveles observados en 2000 y evitar un aumento de la temperatura media mundial de 2 °C.
Investigaciones recientes han puesto de relieve el valioso papel que desempeñan los ecosistemas costeros en el secuestro de dióxido de carbono (CO2). Esta captura se da sobre todo en ecosistemas marinos con vegetación, específicamente en bosques de manglares, lechos de pastos y praderas marinas.
En concreto la posidonia, una planta marina endémica del mar Mediterráneo, forma praderas que se distribuyen desde la superficie hasta más de 40 metros de profundidad. Según José Luis Gallego, divulgador medioambiental “los estudios señalan que la posidonia tiene una capacidad de capturar y almacenar CO2 hasta 20 veces superior a los bosques, por lo que la protección y regeneración de sus praderas submarinas es de vital importancia para mitigar los efectos del cambio climático”. Y el Mediterráneo es, actualmente, uno de los mares más contaminados y sobreexplotados del planeta, sometido a un estrés constante y extremo.
De hecho, la extensión de las praderas marinas en el mar Mediterráneo se ha reducido en un 40% desde 1960, según el Institut Mediterrani d’Estudis Avançats. Las Islas Baleares o la costa oriental andaluza son algunas de las más afectadas.
Esto está motivando que surjan proyectos con ambición ambiental para salvar el Mediterráneo como por ejemplo el equipo de investigadores en biotecnología de CO2 Revolution, empresa experta en la implementación de soluciones que permiten la captura eficiente de carbono a través de procesos de reforestación. Según su CEO, Juan Carlos Sesma “estos sumideros de carbono azul se están perdiendo a un ritmo crítico y se requieren medidas urgentes para evitar una mayor degradación. Salvar el pulmón verde del Mediterráneo, la posidonia, es de urgencia”. Él y su equipo recopilan datos y planean la generación de tepes de 1 metro cuadrado mediante cultivo de Posidonia que podrán ser fácilmente transportados y trasplantados en el fondo marino del Mediterráneo.
En este sentido se muestra también Manu San Félix, biólogo marino y explorador de National Geographic, que lleva a cabo la campaña ‘RESERVA 30 DEL MEDITERRÁNEO‘. En su manifiesto pone de relieve cómo hace 70 años éste era un mar distinto donde había grandes extensiones de posidonia con decenas de miles de nacras y una buena calidad del agua.
Una de las zonas más afectadas por la sobreexplotación es la costa oriental andaluza, en concreto la malagueña y el Mar Alborán. Un grupo de científicos de El Centro Oceanográfico de Málaga del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) han puesto en marcha el proyecto medioambiental ‘Alborán Azul’. Se trata de un estudio en profundidad para diagnosticar la salud de esta costa y poder actuar. En dicho trabajo van a monitorizar la temperatura del agua, la salinidad, los niveles de oxígeno y medir la abundancia y composición de la comunidad fitoplanctónica.
(SERVIMEDIA)