A veces creo haber nacido en el mundo equivocado. Gavi, el jugador barcelonista del momento, cayó lesionado en un lance del partido que enfrentaba a la Selección Española de Fútbol, con la Georgiana. Ya sé que este deporte es de contacto y el que no quiere que lo toquen, que juegue al ajedrez. Además, siempre le digo a mi hermano que yo no podría ser árbitro porque acabarían los partidos jugando solo los porteros (ya sé que no se puede, no me tilden de ignorante, pero a irónico me ganan pocos). Las entradas al suelo, eso me lo dice mi hermano a mí, deberían prohibirlas o, por lo menos, legislarlas. Los jugadores “entran fuerte” con una potencia desmedida, demasiadas veces. Y, pasa lo que pasa, que en alguna ocasión “cazan” al jugador y no al balón. Eso, unido a la sobre carga de partidos que tienen que soportar las grandes figuras a una edad en la que están en formación de sus cuerpos, hace que jugadores como el propio Gavi, Camavinga, Pedri, Yeremi Pino, Zaïre-Emery o Haaland; se pierdan parte de la temporada en sus clubes.
En una jugada sin peligro, el jugador culé recibió una tarascada de las mal llamadas “tácticas” en principio inocente pero que acabó rompiéndole los ligamentos de la rodilla derecha. 8 meses de baja. Toda la temporada que queda. Se fastidió el chiquillo y pasó a engrosar la lista de estrellas que tendrán que dejar de ayudar a sus respectivos equipos (que son los que verdaderamente invierten en ellos) a ganar más títulos. Desde mi corazón madridista le deseo que a la vuelta de la recuperación volvamos a ver ese chico que despunta. Por el bien del fútbol.
Lo que realmente quiero contar en este artículo es lo que no llego a entender ahora, ni lo haré nunca. ¿En serio que hay gente que se alegra que se haya lesionado? El forofismo futbolero llega hasta tal tamaño de falta de neurona. Vale que algunos dicen que los del Barça se rieron de la lesión de Camavinga. Pues lo que les digo, que, entre los unos y los otros; si los juntan, no encienden una bombilla. No me cabe en la cabeza que gente sea capaz de reírse de una desgracia ajena. Gavi lloró en el estadio. Sabía, en su interior, que estaba mal por mucho tiempo. Pero, en privado, tuvo que llorar mucho más y no puedo aceptar que alguien sea capaz, por el placer de creerse superior, a ridiculizar semejante desgracia. En serio, en mi próxima vida, me pido nacer en otro mundo.
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