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jueves, diciembre 12, 2024
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La integración: ¿aceptación de la diversidad o fusión en el otro?

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La decisión de la Federación Francesa de Fútbol de impedir que los partidos se detuviera momentáneamente,  para que los jugadores musulmanes comieran o bebieran cuando rompieran el ayuno, generó mucha polémica en Europa y la polémica reavivó el debate sobre la idea de integración, sobre si quienes emigraron a un país deben conciliar plenamente sus condiciones, según la forma de vida y de  si existe o no espacio para la flexibilidad en la que se pueda conciliar la situación de los inmigrantes según sus especificidades culturales y religiosas.

Y aquí, antes de comenzar a tratar este tema, debemos definir qué entendemos por la palabra integración. A menudo escuché a los occidentales hablar sobre describir a un inmigrante como integrado o no, siempre sentí que lo que querían decir era la fusión y la desaparición completa en el otro, que el inmigrante abandonara sus tradiciones e incluso su religión y las costumbres asociadas con ella y adoptar plenamente el estilo de vida occidental, así ha logrado la plena integración en la sociedad. Al mismo tiempo, las organizaciones internacionales adoptan una definición más flexible que respeta la diversidad cultural en las sociedades, ya que es permanente por el hecho de que la integración no hace que una persona pierda su identidad. Ciertamente, el tema no está exento de la complejidad asociada con el uso político del tema por parte de algunos partidos de derecha en Occidente o por parte de los países de donde procedían estos inmigrantes.

Son muchas las interrogantes en torno al tema, y ​​sin duda, lograr la integración sobre la base de la convivencia y la aceptación del otro, que se deriva del pluralismo cultural de la sociedad, no es cosa fácil, y para lograrlo, la voluntad de los gobiernos por un lado y los individuos por el otro deben cumplirse. Aquí nos preguntamos nuevamente, ¿Los gobiernos quieren lograr una integración que acepte la diversidad, o se basa en la idea de la fusión? Por otro lado, ¿los inmigrantes, a su vez, se presentan como buenos ciudadanos dispuestos a respetar las leyes de las sociedades en las que viven mientras se adhieren a su privacidad cultural? Y estos ¿tienen a alguien que los represente políticamente y los defienda en el marco de la libertad de la que gozan las sociedades occidentales?

El  modelo británico  se nos aparece en el horizonte tan brillante como aparente, entre un primer ministro de origen hindú, un alcalde electo de Londres, que es musulmán que en el mes de Ramadán  desayuna en el Chelsea Club y que decora algunos barrios de Londres conforme a la fiesta, y el nombramiento de un musulmán para ser el primer ministro de Escocia. Y aquí hacemos las interminables preguntas, ¿es realmente un modelo ideal para aceptar la diversidad en las sociedades?, ¿o se trata de un tema nada más político, en el que los partidos utilizan a los que son diferentes, en su nombre y en su imagen, y son idénticos en su pensamiento para ganarse a un amplio segmento de inmigrantes?

Sin duda hay quienes ven en la presencia de inmigrantes culturalmente diferentes una amenaza a la identidad nacional de la sociedad en la que viven y ven que estos tienen un deseo de cambiar las sociedades a las que emigraron, y se preguntan en muchos momentos, ¿por qué no regresan de dónde vinieron?, ¿porque en su países de origen, tienen todo lo que quieren cambiar?.  Los países que reciben emigrantes no se dan cuenta de las oportunidades que se percibe en la diversidad cultural.  Quien emigra viene de su país portando una cultura dentro de sí, con un largo legado de experiencias de las que se puede beneficiar, aparte de que ellos también se están influenciando por la sociedad a la que emigran. Entonces, el tema se desarrolla en un marco de influencia mutua, influencia que enriquece a la sociedad y hace que desarrolle.

Según algunas estadísticas, sabemos el número de musulmanes que conviven en España, alcanza los dos millones y muchos de ellos tienen la doble nacionalidad, el número en Francia llega a los cuatro millones y medio, y  en algunos países europeos ya existen una segunda y tercera generación de inmigrantes, que ni siquiera conocen los países de procedencia de sus familiares. Ahí es cuando nos damos cuenta de la importancia del tema que planteamos, y también nos damos cuenta de la necesidad de trabajar juntos por una sociedad que acepte a todos y vea en todos una oportunidad que debemos de seguir explotando en vez de pensar que es una carga de la que hay que deshacerse.

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