Pese a los esfuerzos de Sergio Massa, que juega todas las fichas que tiene de cara a su futuro político, que es directamente proporcional a los resultados que obtenga en el tiempo que le dieron de gestión, la administración del Frente de Todos no logra remontar la Economía, por el contrario, quienes se animan a opinar en Casa Rosada, pero bien lejos de los micrófonos, afirman “los que conseguimos es frenar el desastre”.
La fuga de soldados albertistas preocupa hasta a sus adversarios internos. No por cuestiones de empatía, sino porque queda un año por delante y “no sea cosa que el éxodo en el Gabinete provoque males mayores”, opinó preocupado un dirigente de amplios lazos con el Instituto Patria, que agregó: “En política los daños siempre tienen que ser controlados, esa es la única forma de sobrevivir, y más en el peronismo”.
Lo que genera desconcierto en las filas kirchneristas, es la paradójica forma de actuar del hombre que Cristina Kirchner ungió -a través de un tuit- como su compañero de fórmula aquel lejano sábado 18 de mayo a las 7:30 de la mañana.
Nadie en las filas cristinistas entendió por qué el Presidente avaló lo actuado por Aníbal Fernández en Villa Mascardi (Río Negro), en el desalojo de mapuches por parte de Gendarmería -que sumó a cuatro mujeres trasladadas a la Cárcel de Ezeiza- (algo que le costó la salida de Elizabeth Gómez Alcorta de la cartera de Mujeres) para luego aparecer el martes pasado abrazado, como si nada, con referentes de esa comunidad en San Martín de los Andes (Neuquén), donde fue a inaugurar un hospital con Carla Vizzotti y el gobernador local, Omar Gutiérrez.
Ya había pasado el fin de semana reloaded en materia de crisis en el Gabinete, en el cual el jefe de Estado decidió evitar consensos con sus socios frentistas para elegir los nombres de cada una de las nuevas funcionarias que reemplazarían, no sólo a la ex abogada de Facundo Jones Huala (Resistencia Ancestral Mapuche) y Milagro Sala (Túpac Amaru), sino la de dos bajas más que se sumaron al desconcierto generalizado: la de Juan Zabaleta en Desarrollo Social y Claudio Moroni en Trabajo.
No le fue fácil -a la cada vez más reducida mesa chica del Mandatario- encontrar sustitutos. Evitar a María Cristina Perceval, recomendada por Alcorta para cubrirla, fue prioridad por su cercanía a CFK. Vilma Ibarra (Secretaría Legal y Técnica) tampoco podía ser de la partida, ya que se la considera esencial en la contención y asesoramiento al Presidente, y otras yerbas de aspecto jurídico.
Allí fue donde Gabriela Cerruti propuso sacrificar su cargo de portavoz y secretaria de Comunicación y Prensa, si es que era necesario, y tomar el lugar que le permitiría desprenderse de ese “rango de ministra”, que ya no satisface sus deseos porque no alcanza la categoría de un ministro con silla fija en el Gabinete nacional, aunque sea en el peor de los momentos de la administración.
Un colaborador que camina las galerías rosadas que dan al Patio de las Palmeras, y que advirtió la jugada de Cerruti reflexionó: “Y, para Gabi, más vale ser cabeza de ratón que cola de león”, en referencia a la solitaria coyuntura presidencial en la que se le presentó la oportunidad que finalmente, o al menos por ahora, no fue. No falta el que asevera que va a haber más salidas y la vocera aún está en el banco, llegado el caso.
Lo de Raquel “Kelly” Kismer de Olmos en la cartera laboral, fue menos complicado a la hora de elegirla, y de que ella aceptara, pero se complicó un poco por la dubitativa recepción que recibió de parte en los caciques de la CGT y desde otras centrales obreras como la CTA de Hugo Yasky, quienes declararon sentirse ignoradas. Así lo señaló a los periodistas acreditados en Gobierno uno de los triunviros de Azopardo 802, Carlos Acuña, de los Estacioneros cegetistas.
Emilio Pérsico, Fernando “Chino” Navarro (Movimiento Evita) y Daniel Menéndez (Barrios de Pie), hubiesen aceptado gustosos el convite a encargarse de la cartera social de la que ya forman parte como secretarios de Estado, pero claro, una Victoria Tolosa Paz, que no iba a esquivar mantener la lealtad que ella y su marido, Pepe Albistur, tienen con su amigo Alberto, caería menos negativamente en el seno del kirchnerismo duro, que los caciques del Movimiento Evita.
A estas alturas, enemigo acérrimo de Cristina y Máximo Kirchner, con quien, de todos modos, Pérsico procura restablecer puentes de cara a lo que se viene en el intrincado Conurbano bonaerense.
El miércoles, mientras Massa ya estaba en EEUU para participar de la Asamblea Anual del FMI y del Banco Mundial, así como de la cumbre de ministros de Economía y presidentes de Bancos Centrales del G20, Fernández seguía su derrotero de actos vernáculos, esta vez en Tecnópolis junto a Daniel Filmus (Ciencia y Tecnología).
En ese encuentro de Innovación para la soberanía nacional, el titular del Ejecutivo habló de satélites y plataformas en territorio nacional desde donde en el futuro despegarían naves a la estratósfera.
Comentario que, entre risas, recordó a los asistentes al evento, aquella vieja anécdota de Carlos Menem en Tartagal (Salta), cuando en 1996 aseguró que mediante un sistema de vuelos espaciales estaríamos desde Córdoba, y en cuestión de minutos, en “Japón, Corea, o en cualquier parte del mundo”.
Los asesores presidenciales ya saben que cuando su jefe se lanza a la improvisación puede pasar cualquier cosa, de todos modos, la cosa ya no preocupa tanto porque es muy poca la difusión mediática que tienen esas actividades, que últimamente suelen pasar desapercibidas, salvo para quienes buscan yerros y bloopers en las escasas actividades públicas del Presidente.
El anuncio que el propio Massa dio a conocer mediante su cuenta de Twitter, con respecto a un crédito de USD 700 millones que destrabó el BID e irá a las flacas arcas del Banco Central, pasó desapercibido en Rosada, donde está claro que las novedades del tigrense no tienen promoción. “Parte de la interna”, afirman segundas líneas de Hacienda.
De hecho, en la sede ejecutiva retumbaba la decisión más criticada por gran parte de la opinión pública. Nos referimos al bautizado “Dólar Qatar”. El novel tipo de cambio, que se suma a los 15 que hay, y que hace que quien haga pagos con tarjetas en el exterior deba abonar un 25% más, es decir un dólar a 314 pesos.
La decisión hizo trepar al billete norteamericano informal $9, al igual que los llamados “financieros”, y otra vez hubo que utilizar el axioma oficial de restarle importancia al incremento que, reconozca o no el Gobierno, continúa repercutiendo en los precios de todos los rubros mercantiles.
En el de los alimentos, bastante por arriba del 100 por ciento (con respecto al mismo período del año pasado). Por eso el gremio de Camioneros salió a pedir un 131% de aumento salarial, algo que rechazó el ministerio de Trabajo en medio de la transición Moroni-Olmos.
La encargada de bajarle el tono al tema cambiario fue la vocera Cerruti, quien en su clásica rueda de prensa de los jueves, que acomoda a diez o más preguntas -según quienes hayan salido sorteados como suplentes- deslindó a la administración central de las subas apuntando a los empresarios, que ya fueron retados por el ministro de Industria y Desarrollo Productivo, Ignacio de Mendiguren, en el Coloquio de IDEA, al que a último momento el presidente Fernández decidió asistir para cerrar la actividad con un discurso en línea con el del “Vasco”.
Consultada por PolíticayMedios sobre la denuncia del saliente Zabaleta, que expresó en reunión de comisión en Diputados -donde se trata el Presupuesto 2023- que los empresarios priorizan sus ganancias y no le venden frutas, azúcar y aceite al Estado para cubrir lo que se necesita en comedores y merenderos de las organizaciones sociales, así como los aumentos que criticó De Mendiguren, Cerruti manifestó que “hay que romper la cadena de formación de precios en los cuales hay aumentos exagerados, entendemos que en algunos productos en Argentina hay oligopolios y por lo tanto hay que trabajar para que esos oligopolios no se queden con una formación de precios que le da a las empresas una rentabilidad excesiva”.
Pasado el mediodía de ese mismo jueves, estaba todo previsto en el Parque Colón (detrás del Museo del Bicentenario y pegado al helipuerto), para la jura de las tres nuevas ministras nacionales. Una gran puesta en escena con más de 400 invitados fue el marco de un evento de estas características, que vale decir, por primera vez se hace al aire libre y en esa locación.
A modo de otro intento de relanzamiento, la incorporación de tres mujeres en el Gabinete fue celebrado por colectivos feministas de diversas agrupaciones y el ala albertista del Gobierno.
Más allá de las quejas por las no consultas de Alberto a la hora de nombrar a las ministras, asistieron los Moyano, Héctor Daer y Acuña (CGT), Hugo Yasky (CTA), Andrés “Cuervo” Larroque (Cámpora y ministro de Desarrollo bonaerense), y otros tantos peronistas de diferentes vertientes.
La principal ausencia fue la de Gómez Alcorta, que a diferencia de sus colegas de dimisión (Moroni y Zabaleta) prefirió no mezclar los tantos pese a los agradecimientos que le hizo Fernández cuando tomó el micrófono y dejar palabras de apoyo a las recién llegadas, y especificar que esto tiene que ver con empezar el último año de su ciclo de gobierno y ponerle “toda la fuerza” que hace falta.
El jefe del Estado volvió a convocar a la unidad, en especial en respuesta a declaraciones de Larroque, quien esa mañana, en una emisora radial, había reiterado que “con la unidad solamente no alcanza”.
Las divergencias se manifiestan en cómo llega la celebración del Día de la Lealtad el lunes 17 de octubre, en la que el presidente de la Nación y del Justicialismo, Alberto Fernández no oficializó presencia en ninguno de los cuatro actos, que serán la representación gráfica del momento actual que atraviesa el oficialismo.
El camporismo y los gremios más combativos de la CGT, encabezados por Pablo Moyano (Camioneros), Mario Manrique (SMATA) y Omar Plaini (Canillitas) se movilizan a Plaza de Mayo.
Los sindicatos que integran las 62 organizaciones eligieron el estadio Atenas de la ciudad de La Plata. Los denominados “Gordos”, con Daer y Acuña a la cabeza, convocan al Estadio de Obras, y la Unidad de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) activa su acción en el Estadio de Laferrere, en el populoso partido de La Matanza, donde la batalla entre el intendente Fernando Espinoza y Pérsico se intensifica a medida que se acercan las definiciones electorales del año próximo.
Lo que sorprendió, aunque no tanto porque es un comentario de pasillo en Casa de Gobierno hace rato, es que apenas asumidas las tres flamantes funcionarias, tomó fuerza en el palacio gubernamental el rumor sobre la salida de Juan Manzur de la Jefatura que coordina.
El tucumano querría volver a la gobernación de su provincia en diciembre, pero le estarían pidiendo que sea en los primeros meses de 2023. Jorge Ferraresi (Desarrollo Territorial y Hábitat) y Gabriel Katopodis (Obras Públicas) lo imitarían, y según una garganta profunda, también les estarían rogando estirar los tiempos para volver a sus distritos; el primero de Avellaneda y el segundo de San Martín.
Sobre el pedido de sectores internos del FdT que reclaman la salida de Sergio Berni del ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, luego de los incidentes generados por la Policía Bonaerense en el partido de Gimnasia que tuvo un fallecido, altas fuentes del Gobierno dejaron circular que es Cristina quien sostiene al polémico dirigente en su cargo, inclusive contra los deseos de La Cámpora.
El último día de la semana, el INDEC dio a conocer una inflación del 6,2 por ciento en el mes de septiembre (lo que implica un acumulado interanual de 83% y 66,1% en los últimos 12 meses). Un número que a algunos empieza a parecerles poco creíble cuando se contrasta con lo que pasa en la calle, pero que de todas maneras sigue el rumbo de los temidos tres dígitos para el año más duro en décadas.
Muchos consumidores encuentran en las góndolas de supermercados carteles que dicen: «Este producto se encuentra temporalmente sin stock».
Se trata de los 452 que integran el renovado plan de «Precios Cuidados» que selló Matías Tombolini (Comercio Interior) con diversas firmas, y que rige hasta el 7 de enero de 2023. Este esquema tiene un ingrediente que lo complica más: se trata de subas de 3,3% en octubre, 4,7% en noviembre y 4,4% en diciembre.
Los que deambulan por el edificio de Economía y Gobierno, por ahora, desmienten oficialmente el “plan de estabilización” del que se viene hablando. Nos referimos a un congelamiento de precios y salarios que reclamaría la senadora Kirchner a Massa antes de que termine el ‘22.
Cerruti refrendó que sólo son especulaciones periodísticas. Los que hablan en off en Rosada infieren que sería ridículo anunciar algo porque sería un llamado a peores remarcaciones, que seguirán por arriba de los sueldos.
Por su parte, Fernández arma las valijas con el fin de disfrutar de su agenda internacional que tiene por destinos: la Cumbre por la Paz de Francia (el 11 y 12 de noviembre) y el 15 y 16 en Bali (Indonesia), el G20. Entre viaje y viaje se va a insistir en la concreción de la bilateral con Joseph Biden en Washington, algo que por ahora viene difícil por las cuestiones electorales en Estados Unidos.
Esas salidas del país le permiten al Presidente oxigenar la fuerte presión que tiene a nivel local. “Cuando viaja, Alberto está como en la intimidad de Olivos”, le dijo a este periodista un asiduo visitante a la Quinta.
En esos ámbitos Fernández se permite soñar con una posible candidatura en las PASO, método electoral que por ahora se mantiene, ya que hasta el momento no cuenta con los votos suficientes para ser eliminado en el Parlamento.
Mientras CFK volvió al silencio después del último tuit donde pidió a Massa y Tombolini “una política de intervención más precisa y efectiva en el sector” de alimentos, Fernández procura algunos gestos emancipatorios que no mueven el avispero del equilibrio en la coalición de Gobierno.
En ese juego de poder tripartito que se desgasta con premura, las luces rojas permanecen encendidas, porque para la Vicepresidenta, según sostienen referentes cercanos a ella, Massa no es la última bala que le queda en la recamara.
Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento nacional argentino.