El búnker de Unión por la Patria en el barrio de Chacarita dejó tanto sabor amargo, que el lunes la Casa Rosada potenció su inactividad y desolación. Algo que, de todos modos, en los últimos tiempos se ha convertido en un clásico.
Lo peor de la jornada fue la novedad con que se desayunaron todos los argentinos, una devaluación del 22 por ciento legitimada por el Banco Central que habilitó un dólar oficial a $365,50.
El silencio de radio aturdía en las galerías, los pasillos, los despachos y los patios internos de la sede del Poder Ejecutivo Nacional. Este escenario se daba a pesar de que Alberto Fernández había llegado en el helicóptero presidencial (cuyos traslados de Olivos a Rosada y viceversa cuestan no menos de 300 mil pesos por viaje).
Nadie informó qué hizo en su despacho, pero sí que al rato se fue hacia la zona militar de Aeroparque para volar al Paraguay con la finalidad de asistir al otro día a la asunción del flamante mandatario de ese país, Santiago Peña. Es que el Presidente no se quiso perder una cena de gala en la noche previa al evento con el resto de los invitados.
Así fue que no quedó un sólo funcionario que opinara sobre la derrota del domingo -en la que el peronismo quedó tercero detrás de los libertarios y el macrismo- o al menos un prensa (o tercera línea) que dijera unas palabras sobre el dólar que arrancó la rueda cambiaria en $685, cuando días antes se intentaba que no superara la barrera psicológica de los 600 pesos. Tampoco hubo quien se expidiera sobre la indiscriminada suba de precios en los alimentos -y todos los rubros del mercado- que se detonó, al parecer, sin retorno.
El martes la situación no varió en general, pero de repente se vio ingresar por explanada, apurado, solitario -con el celular pegado a la oreja- al propio Jefe de Estado.
El acting de la llamada telefónica es una costumbre en Fernández (como en tantos políticos), que tiene por objetivo evitar el pedido, en este caso de los acreditados que andábamos a la pesca de alguna información, y que le hacíamos señas para que se acercara a dialogar. Fernández levantó la mano, hizo un saludo lejano y apuntó a su móvil dando a entender que estaba ocupado y en diálogo con alguien importante. La broma generalizada fue: “¡Seguro que Cristina no es!”
La moneda estadounidense seguía con su tendencia alcista hasta alcanzar los $730. El ministro/candidato era otro de los que brillaba por su ausencia. Lo último que se le escuchó decir en el Complejo C después de tener los guarismos del escrutinio provisorio fue: “Vamos a dejar hasta nuestra última gota de transpiración para ganar en octubre, para ganar en noviembre, y para seguir siendo gobierno en la Argentina”.
Por la tarde se conoció el dato de inflación de julio, que además de formar parte de una foto demasiado vieja, contiene la denunciada incompatibilidad de que siga siendo Marco Lavagna (hombre de Massa) el que mida el IPC. Los polémicos números arrojaron un 6,3 por ciento mensual; 113,4% interanual, y un acumulado 60,2% en lo que va del 2023.
En mitad de la semana, Alberto F. y sus ministros cumplieron siete jornadas sin actividades de gestión, y mucho menos electorales. En Balcarce 50 se supo que en el edificio de campaña de UP de la calle Mitre –todavía conmocionado por el efecto Milei- se intentaba rediseñar el trabajo a seguir. En comparación con la semana anterior casi nadie entraba y salía de la torre de seis pisos, aunque luego se hizo circular que Cristina Kirchner, Eduardo de Pedro y el propio Massa se encontraron para definir nuevas estrategias de cara a octubre.
Planteos que obviamente requerirán de la sustancia que puedan aportar intendentes y gobernadores de todo el país. Un tema que despierta dudas y desconfianzas en las filas massistas. Las diferencias en las urnas demostraron que los cortes de boleta en las ligas oficialistas fueron en detrimento de las ambiciones presidenciales del jefe de Hacienda.
Recién el jueves se decidió volver, aunque sea de manera parcial, a algunas labores en Casa de Gobierno. Prensa y Comunicación de Presidencia envió la noche anterior una agenda sin ocupaciones para el primer mandatario y el adelanto de la vuelta a las ruedas de prensa de la portavoz Gabriela Cerruti.
En el contexto de un fuerte temporal, a las 9: 30 de la mañana, la vocera reapareció –con cara de pocos amigos- en el Salón de Conferencias del segundo piso de la Casa. Previamente hubo otra imposición a los acreditados: No más de diez preguntas.
Ese equipo mantiene su enojo permanente con los periodistas acreditados porque informan, entre otras cosas que también les molestan, sobre la falta de labores diarias del titular del Ejecutivo, más allá de sus costosísimos viajes al exterior y que prevén una amplia gira internacional antes de terminar su mandato.
La vocera inició su alocución analizando los resultados de las primarias y pidiendo “perdón” en nombre del Gobierno por no haber dado respuestas a las necesidades de la sociedad, aunque minimizó la derrota y la devaluación de Massa, a la que denominó “corrección del dólar”.
Asimismo, respaldó la candidatura del Ministro y negó su salida del cargo. A su vez, consideró que entre la gente que eligió al líder de La Libertad Avanza “seguramente hubo mucho voto que no tiene ninguna dificultad económica”.
Consultada por P&M sobre los dichos de Javier Milei con respecto a que el libertario está listo para asumir si este Gobierno se tiene que ir antes del 10 de diciembre, la funcionaria respondió: “Me pareció una frase desafortunada, pero no nos sorprende nada de alguien que tiene actitudes claramente antidemocráticas”.
En este sentido, agregó: “Estamos hablando de alguien que tiene actitudes de mucha ignorancia, que tira frases mágicas que le sirven para los zócalos de televisión y para funcionar en redes. Esperemos que pueda explicar cuando habla de cosas imposibles de llevar adelante, que si lo hace serían la ruina para la Argentina”.
Mientras Massa hacía un raid de entrevistas en los medios donde se siente cómodo -evitando ruedas y conferencias de prensa abiertas donde se exaspera ante la realidad que le plantean los cronistas-, al cierre de la semana el presidente Fernández se bajó de una visita a La Pampa y otra vez se quedó sin agenda. Desde Olivos se habló de una reunión con el Malón de la Paz que exige que se anule la reforma de la carta magna de Jujuy que impulsó Gerardo Morales.
Uno de los analistas peronistas, que obligatoriamente debe salir del esquema de las operaciones y los fanatismos, planteó puertas adentro que “el que no votó a Massa, porque no fue a votar desencantado o porque metió la boleta de otro candidato, difícilmente lo vote ahora. Y eso pasa con él porque además es el ministro de Economía”.
Esta línea discursiva es la que hizo que hubiera quienes intentaron fogonear que el líder del Frente Renovador dejara el cargo y se dedicara de lleno a la campaña. El massismo resiste ese sino sombrío en el que su jefe quedaría como dijo él, abandonando el timón del barco en medio de la tormenta.
Otro planteo en las filas kirchneristas tiene que ver con una autocrítica que señala que se subestimó la territorialidad digital de La Libertad Avanza. Un fenómeno que sale de los cánones tradicionales de los punteros barriales. Eso ocurre en las franjas etarias que sufragan desde los 16 y 17 años, y se amplía sin límites de edad en sectores donde los bolsones medios y bajos sufren una situación de pobreza que les ha deteriorado la calidad de vida en el transcurso de las últimas décadas.
En esa franja más joven de la sociedad no hay consumo de medios de comunicación tradicional, a lo sumo reciben a través de sus dispositivos móviles recortes de mensajes deformados en formato de meme -o audiovisual- que desvirtúan cualquier mensaje político.
Por primera vez en Balcarce 50 hay carteles de apoyo a la fórmula oficialista, en este caso Massa-Rossi, que el gremio más poderoso en Casa de Gobierno (UPCN) pegó en las paredes rosadas, y que reciben por respuesta inscripciones de rechazo e insultos escritas con birome o fibra. Un hecho anecdótico, pero que demuestra el clima de época que redunda en el palacio y la calle.
Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento de la República Argentina.