En el transcurrir de los siglos, la opresión de las mujeres siempre se ha utilizado en los sistemas patriarcales. Actualmente, aunque sucede en muchos más lugares, me centro en el régimen talibán por qué ha amplificado más aún esta opresión. Unas normas que silencian y encierran a las mujeres y a las niñas tras el velo de la sumisión y el miedo. Una imposición al burka, una prohibición a acceder a la educación que convierte su vida en un caminar de vacío e inexistencia, encadenadas, con esas cadenas de la invisibilidad que son aún más dañinas que las que se materializan.
A cada momento se impone el silencio y la sumisión en un espacio donde la represión es total, ¿Cómo pueden prohibir el sonido de su voz? Sólo pueden recogerse en casa donde nada será mejor, donde todo es una obligación y obediencia total al hombre.
Como puede ser que una mujer tenga que ser modesta ocultando su cuerpo bajo esa cárcel invisible que es el burka, ¿la religión lo impone o es el hombre talibán el que lo impone? Ya no solo son una sombra sino que ahora además son una sombra sin voz.
Las niñas obedecen de una manera extrema, se les enseña a acatar las ordenes que les dan sin más, victimas de la sociedad que sin acceso a una dependencia económica y presas del miedo y sin educación quedan atrapadas en ese baluarte de abuso y sometimiento. Se casan en edad muy temprana siendo condenadas a una vida no deseada de maternidad y servidumbre. No pueden hablar con otras mujeres o ir a comprar al mercado sino lo decide así y la acompaña un hombre.
Estos hechos no solo pueden afectar a estas mujeres y especialmente a estas niñas de manera física sino que también de forma psicológica, las consecuencias de los mismos: ansiedad, depresión y trauma. Es un circulo de ignorancia y dependencia que no caduca que se extiende hacia la eternidad.
Hay mujeres que han encontrado la forma de dar a sus hijas una educación de manera clandestina y aquellas que han logrado escapar, ahora desde sus nuevos lugares de residencia, alzan la voz para que ese silencio no se haga crónico.
No es esto una cuestión de costumbres, de leyes o de religión. Es una forma de violencia que tomando como elemento perturbador el miedo perpetua el silencio y permite la destrucción de vidas humanas. Es sin duda alguna, el mundo, sí, toda la comunidad internacional, la que debe abrir las puertas al diálogo, a una lectura de y por la mujer del Corán y por supuesto penal esta forma de represión y esclavitud de la mujer actual afgana.
El silencio impuesto no es natural, sino forzado, y solo la resistencia y la visibilización de esta realidad pueden abrir camino a la esperanza. Es imperativo que la comunidad internacional no desvíe la mirada y continúe apoyando a aquellas que, a pesar de la represión, siguen luchando por un futuro donde puedan hablar, aprender y existir con dignidad.
Sombras de un Susurro
Llueve dentro, aunque el cielo esté claro,
y el alma camina descalza en el barro.
El día amanece, la vida despierta,
pero en mis ojos… todo es niebla.
Las horas se arrastran como un lamento,
susurros lejanos de un tiempo muerto.
Las risas ajenas resuenan vacías,
y mi voz se pierde… como ceniza.
Soy sombra de un nombre que el viento olvidó,
un eco callado, un sueño sin sol.
Soy las palabras que nunca dijeron,
soy la nostalgia de lo que no fueron.
Si el mundo me mira, yo bajo la frente,
si el mundo me llama, me escondo en mi mente.
Porque hay días que pesan, que duelen, que rompen,
porque hay noches que queman… aunque nadie las toque.
Pero aún en la brisa un hilo persiste,
un hilo pequeño, pero que existe.
Tal vez en la sombra aún quede un reflejo,
tal vez en el polvo… renazca un sueño.
@María José Luque Fernández
@Imagen Pinterest