La cuenta regresiva hacia agosto de 2023, cuando se desarrollen las primarias, tensa cada vez más la relación entre los principales accionistas del Frente de Todos. Pese a que los casi tres años de la administración peronista -que logró imponerse a Mauricio Macri en 2019- fueron muy conflictivos, la promesa de un cierre de mandato cada vez más complejo se avizora en el horizonte y pone a la sociedad argentina en una situación de hartazgo pocas veces visto.
Las internas también se dan en la oposición, el problema es que en el FdT estas batallas endógenas se potencian mientras se está a cargo del gobierno central. A poco de terminar el año encontramos un presidente realizando una gira internacional innecesaria en el contexto de un grave cuadro económico.
Tanto los dos ministros de Hacienda que fueron eyectados de sus cargos, a medida que se fue agudizando la crisis (Martín Guzmán y Silvina Batakis), como el actual, Sergio Massa, fueron limitando cada vez más la posibilidad de que la población de clase media -y media baja- tuviera acceso a la compra de dólares para intentar proteger sus ingresos ante el cuadro de inflación explosivo que parece no tener techo.
Sin embargo, el jefe de Estado ha sido un permanente grifo abierto a la salida de reservas del Banco Central debido a su particular gusto por salir de gira con enormes comitivas, a recorrer el mundo, cada vez que se le presentó le oportunidad. Muchas de esas actividades, que no requieren necesariamente de presencialidad, están divorciadas de la realidad nacional, que según datos oficiales tiene a 17,3 millones de argentinos en estado de pobreza y a 4,2 millones en la más absoluta indigencia. Hablamos de gente que no está pudiendo acceder a la alimentación básica.
El Presidente escapa, con estas multimillonarias salidas cosmopolitas, de la presión que su vice, Cristina Kirchner, le impone, y prefiere sentirse jefe de Estado en tierras extranjeras, porque su propia mentora lo considera un «ocupa» en Casa Rosada. Un hombre que violó, a su entender, el acuerdo electoral que tenían cuando conformaron el FdT.
Fernández nunca se animó a romper con la jefa política del espacio que integra, pero ha ido convirtiéndose en un estorbo para las aspiraciones y ambiciones del kirchnerismo, al que cataloga de ingrato, porque cree que no le reconoce la actitud que tuvo frente a una pandemia inesperada, a la que se sumó una guerra que ha deprimido la economía global, que de todos modos, el Mandatario registra a la hora de hacer lecturas sobre su gestión, pero no cuando debe achicar gastos en razón de la recesión en el mundo, y que en la Argentina tiene siempre mayor impacto.
Ese desacato de baja intensidad, es el que mantiene rota la relación entre el titular del Ejecutivo y la del Senado nacional. Una situación insostenible en el tiempo, que tiene en el medio al líder del Frente Renovador. Un Massa que ha hecho las veces de canciller e intermediario entre sus socios en discordia. Circunstancia que le ha abierto la posibilidad de llegar a ser distinguido como la garantía de que este esquema desarticulado se sostenga. Para eso fue necesario darle las llaves del Ministerio de Economía, un sapo que la progresía cristinista tiene que tragar pero que observa como una necesidad, más que un deseo.
Para Fernández, el hombre de la localidad de Tigre, es otro emisario temporal de Cristina que viene a eclipsarlo, como en su momento fue el todavía jefe de Gabinete, Juan Manzur, que en meses vuelve a su provincia de Tucumán a cuidar el único territorio que le garantiza continuidad en la reyerta peronista que se avecina de cara a las elecciones.
Lo que preocupa a CFK es el descalabro inflacionario, y por eso ha motorizado un sistema de congelamiento de precios y un intento de meter plata en el bolsillo de los trabajadores públicos y privados que no le ganan a la suba del valor de todos los productos de consumo, en particular de los alimentos. Desde el viejo continente, mientras participa de actividades protocolares en el Foro por la Paz junto a Emmanuel Macron, Alberto Fernández no le concedió a CFK su firma para aprobar la suma fija que la senadora viene reclamando para los empleados bajo relación de dependencia. Lo mismo hizo con la idea de derogar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias.
Un desplante que alteró al kirchnerismo, que presiente que a partir de ahora esa será la estrategia del Mandatario con el fin de complicarles las cosas y devolverles gentilezas. Lo que hará el «Presidente viajero», como lo llaman con sorna los camporistas, será ofrecer un bono por única vez con la excusa de que lo que pide Cristina podría desfinanciar a comunas y estado provinciales. Massa había dicho algo parecido a él, pero obviamente iba a hacer lo que pidiera la Vicepresidenta. De todos modos, el mandamás de Economía no deja de mirar con molestia las acciones emancipatorias -tardías- de Alberto, y los celos que Fernández tiene con su nuevo rol de virtual protegido del kirchnerismo.
Al jefe de Estado lo mueve el anhelo de mantener, al menos, influjo en el armado de listas para lo que se viene, porque sabe que su reelección es una entelequia que tiene como principal obstáculo los resultados de su pésimo gobierno, y en particular, al cristinismo.
Massa juega otra partida. Tiene confianza en que si consigue que el infierno inflacionario no se lo lleve puesto, las huestes del Partido Justicialista y su brazo sindical lo perciba como el candidato natural para enfrentar al macrismo. Para ello requiere que la bendición de la Vicepresidenta y su alianza con Máximo Kirchner (diputado, hijo de Cristina y Néstor, además de cacique de La Cámpora) se afiance. Nadie es imprescindible, pero en este cuadro en el que a él le tocó quedar posicionado como la única opción coyuntural, quienes lo rodean infieren que ese beneficio se puede prorrogar hasta que lleguen los comicios nacionales.
Los números que maneja el oficialismo, en todas sus variantes y terminales, hoy por hoy no son halagüeños. Los diez meses que quedan serán definitorios para las decisiones que haya que tomar. La senadora Kirchner ha empezado su posicionamiento como factótum en los armados electorales. No escapa a su visión el desgaste que sufren sus propias bases, que se han descarriado ante la conducción tripartita y contradictoria del Frente de Todos. Una marca que vence el 10 de diciembre del año que viene, para tomar otro formato, y que según las exigencias de ese momento terminará teniendo capacidad plebiscitaria de alcance país, o como muchos infieren, terminará por desarrollar una estrategia de repliegue del cristinismo en el Conurbano bonaerense, donde tampoco las tiene fácil, vale recordar que en las legislativas del año pasado el triunfo fue opositor.
Fernández estará en España cuando Cristina Kirchner hable el próximo 17 de noviembre en un acto enorme por el Día de la Militancia que se está organizando en el Estadio Único de la Plata (Diego Armando Maradona). Mientras avanzan en tribunales federales las causas que la ponen en peligro en pleno Mundial de Qatar, sus seguidores esperan que la ex mandataria dé pistas sobre su candidatura a presidenta, imitando a Luis Inácio Lula da Silva. En el Instituto Patria, sede del núcleo duro del cristinismo, se había adelantado -en estricto off- que si ganaba el PT (Partido de los Trabajadores) en Brasil: «salimos con todo».
Massa irá al G20 en Bali (Indonesia) junto al Presidente, como se dice siempre en estos casos, en busca de inversiones, pero su atención estará puesta en que las góndolas de los supermercados no le jueguen una mala pasada después de haber anunciado el plan de «Precios Justos», que debería durar 120 días con subas que no superen el 4% mensual. Una empresa demasiado difícil.
La conflictividad social va en ascenso debido a que las organizaciones sociales no oficialistas continuarán exigiendo que se incremente la ayuda a los sectores más vulnerables. La semana pasada hubo una tregua luego de la populosa movilización que la Unidad Piquetera convocó en el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La ministra del área, Victoria Tolosa Paz, del riñón presidencial, se muestra inflexible a la hora de dar de baja planes que se auditaron y en no abrir el cupo para que aumente el número de beneficiarios. En este clima de fin de año que se recalienta, por lo bajo, funcionarios que rodean a la titular de la cartera señalan: «lindo momento eligió para hacer lo que ni Macri se atrevió a hacer».
Es que los temores sobre un potencial agravamiento del reclamo social en las calles en el mes de diciembre está latente. Especialmente en una corporación política, que desde la crisis del 2001, siente especial aversión por la frase leitmotiv que antecedió a la salida del ex presidente Fernando De La Rúa: «Que se vayan todos».
Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento nacional argentino.
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