Invertir puede convertirse en una fuente de riqueza. No obstante, a menudo, el concepto de inversión tiende a mitificarse o, incluso, a simplificarse. En realidad, se trata de un proceso complejo porque intervienen muchos factores: Las circunstancias del mercado, las características del producto de inversión, los conocimientos del inversor, el grado de riesgo a asumir…
¿Estás valorando la posibilidad de empezar a invertir? Si es así, presta atención. A continuación compartimos contigo algunos consejos que te serán de gran utilidad a la hora de identificar y poner en funcionamiento inversiones rentables. ¡Toma nota!
El poder de la planificación
Una inversión requiere un desembolso económico que, de no controlarse, puede interferir negativamente en nuestra economía personal a largo plazo. Cuando contamos con un excedente en forma de ahorros automáticamente damos por hecho que podemos invertir. No obstante, no siempre dedicamos el mismo tiempo a definir una horquilla de inversión eficiente. ¿Qué cantidad deberías destinar a invertir? Para responder a esta pregunta resultará fundamental que lleves a cabo un análisis preciso teniendo en cuenta, no sólo tu capacidad adquisitiva presente, sino también las posibles contingencias que puedan producirse en el futuro.
Para que nuestras operaciones de inversión repercutan positivamente en nuestra vida, es importante que se realicen en un contexto de tranquilidad y seguridad. De hecho, existen algunos sectores, como por ejemplo la inversión en Bolsa, que requieren de cierta capacidad de concentración, análisis y frialdad mental. No contar con un control sobre nuestras finanzas puede convertirse en el origen de presiones y decisiones precipitadas que, con la debida planificación podrían evitarse.
¿Durante cuánto tiempo no necesitarás utilizar el dinero que vas a destinar a tu inversión? Debes tener en cuenta que, en la mayoría de los casos, las inversiones satisfactorias proporcionan resultados a largo plazo, es decir, en períodos que comprenden de media entre tres y cinco años.
En cualquier caso, debes saber que nunca es recomendable invertir la totalidad de los ahorros. Emplea una parte de ellos y el resto almacénalo como un recurso líquido y de fácil acceso. Además, debes evitar invertir aquel dinero que vayas a necesitar a corto plazo. En cualquier momento puede presentarse una urgencia o un imprevisto que puede comprometer tus finanzas.
Da prioridad a los productos no complejos
¿Has decidido que finalmente deseas invertir? Al comenzar a leer información sobre las posibilidades disponibles descubrirás que existe una amplia variedad de productos y entidades en los que puedes depositar tu dinero en forma de inversión. Según la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el organismo responsable de la regulación de la inversión en España, existen dos tipos de productos: Los productos complejos y los productos no complejos.
Los productos complejos proporcionan mayor rendimiento y posibilidades de éxito que ya cuentan con conocimientos especializados y experiencia dentro del sector. Gracias a su capacitación pueden tomar decisiones complejas de forma completamente independiente porque tienen la habilidad para interpretar y analizar las dinámicas del mercado.
Por su parte, los productos no complejos están más abiertos a todo tipo de personas y, su rendimiento no está necesariamente vinculado a los conocimientos del inversor. Algunos de los ejemplos más populares de esta categoría son los fondos de inversión o las acciones.
Si no cuentas con un perfil de especialista y por lo tanto no tienes conocimientos profundos sobre un determinado sector o modalidad de inversión, la opción más efectiva serían estos últimos.
Riesgo y rentabilidad
El riesgo y la rentabilidad son variables que, en la mayoría de los casos, se vinculan a partir de una relación de proporcionalidad directa. Esto significa que, a menudo, cuanto mayor es el riesgo asumido, mayor es la rentabilidad potencial que el inversor puede obtener. Para tomar decisiones de inversión es importante llevar a cabo un análisis de estas variables y cómo podemos jugar con ellas dependiendo de nuestro perfil, nuestras expectativas y nuestra capacidad de asumir riesgos. Llevar a cabo una revisión de la rentabilidad histórica del producto de interés es una de las principales acciones que deberás llevar a cabo antes de tomar una decisión. No obstante, debes tener en cuenta que una rentabilidad histórica positiva no necesariamente debe traducirse en una mayor rentabilidad futura.
En realidad, seleccionar un rango de inversión parte de una decisión muy personal. Cada inversor debe estudiar su caso y decidir si está dispuesto a asumir un riesgo mayor para, en contrapartida, percibir unos beneficios mayores. En el caso de los inversores neófitos siempre debe optarse por un producto menos arriesgado o, al menos, por una horquilla de inversión más reducida que permita minimizar las pérdidas potenciales que, casi con toda probabilidad, se producirán en los primeros movimientos.
Comisiones
Las comisiones pueden convertirse en una fuente de pérdidas importante si, por su estrategia, el inversor se ve obligado a realizar operaciones de forma frecuente. Dedicar un período prudencial a investigar las fórmulas sujetas a comisiones de producto más bajas puede repercutir positivamente a largo plazo en nuestra economía. Por ejemplo, si un inversor desea adquirir acciones a partir de un intermediario online (un bróker) puede acceder a la posibilidad de obtenerlas sin incurrir en ningún tipo de comisión o gasto añadido. Por otro lado, las mismas acciones pueden ir adosadas de una comisión de compraventa o de custodia si se trabaja con otra entidad.