Sube por la muñeca, como si la memoria se enredara entre ramas vivas.
Una mano enorme —árbol, carne, raíz— se alza desde el papel, entre cuerpos diminutos que trepan, caen, se aferran a los dedos como si buscaran sentido.
“En el cerebro, click-clack, en la mirada movimiento certero”, se escucha en el aire, como un eco digital que no deja de latir.
María José lo dibujó una noche de esas donde el mundo arde en silencio. Entre sus dedos, el lápiz iba como si conociera el camino: sin dudas, sin permisos. Trazaba una mano, pero en realidad era un grito. Una forma de decir: aquí estoy, y esto es lo que llevo dentro.
Hay algo de Dalí, sí, en la locura de las formas. Pero hay más de ella: una danza entre la mente que hace “click” y la mirada que dispara. Entre lo que se siente y lo que se puede decir con grafito.
Y yo, que solo paso por aquí, me quedo atrapado en ese instante. Como uno de esos cuerpecitos del dibujo, colgado de una línea, preguntándome si también soy parte del trazo.
@María José Luque Fernández
@dibujo realizado por María José Luque Fernández de un grabado de Dalí